ANSELMO de Cantorbery. San
          [942] (1033-1109)

 
   
 

    

 

   Se le conoce con el sobrenombre de Cantorbery, pues murió siendo Obispo de la Diócesis el 21 de Abril de 1109; y se le llama también de Aosta, por ser el lugar de su nacimiento en 1034 o 1033.
   Teólogo sereno, filósofo profundo y prelado celoso de la Iglesia, propuso cuestiones, como por ejemplo su argumento ontológico sobre la existencia de Dios que todavía hoy se sigue deba­tiéndose.

1. V ida

  Nació en una familia distinguida de Aosta, norte de Italia. En 1060 ingresó en el monasterio benedictino de Bec Hellouin, en Normandía, bajo el prior inglés Lanfranco, amigo suyo a quien admiraba.  Al morir en Canterbury Lanfranco, en 1093, Anselmo es proclamado Obispo sucesor del maestro. Tiene que dejar la Abadía con gran sentimiento suyo, pues está más hecho para la plegaria que para el gobierno en el mundo.
   Como Arzobispo participó en los grandes conflictos con el rey Guiller­mo II, el sucesor de Guillermo el Conquistador, y tuvo que defender valientemente la independencia de la Iglesia ante el poder real. Fue expulsado de su Sede, pero mantuvo su oposición a las ingerencias de los poderes seculares.
   En el destierro continuó con sus reflexiones teológicas. Escribió algunos opúsculos como "Cur Deus Homo", sobre la encarnación y crucifixión de Cristo para expiar el pecado.
    En el año 1100, cuando Enrique I heredó el trono de Inglaterra, Anselmo regresó a Canterbury. Pero fue de nuevo desterrado por sus continuas controversias con el rey. No regresaría a Canterbury hasta el año 1106. Allí vivió hasta el día de su muerte el 2 de Abril de 1109. Fue canonizado en 1163 por Alejandro III y declarado Doctor de la Iglesia en 1720 por Clemente XI.
   Su actividad pastoral y sus catequesis manifestaron siempre su serenidad de criterios y su valentía de formas. No se acobardaba por las amenazas cuando de la verdad se trataba. Ni tampoco se escon­dió ante las críticas a sus escritos, que siempre respondió con otros docu­mentos nuevos y más clarificadores.

   2. Su pensamiento

   A petición de sus monjes, puso por escrito las meditaciones en que basaba sus enseñanzas y sus sermones. Compuso un libro con el título de "Monologium" (1077) en el que, por influencia agustiniana, presentaba a Dios como el Ser supremo e investigaba sobre sus atributos.
   Animado por su recibimiento, en 1078 continuó otro libro, "Proslogium", donde presenta un argumento para demostrar la existencia de Dios, que él define como fácil, claro, evidente y definitivo. Es el de la intuición de que Dios es lo mayor que se puede pensar y que no puede haber nada mayo que Dios. Su idea incluye la existencia. Por eso el que no es necio tiene que admitir como necesaria la existencia divina.
   En el siglo XVII se le llamará argumen­to ontológico, que equivale a decir intuiti­vo, esencial, pleno, indiscutible. Y enton­ces surgirán defensores del mismo como Descartes y adversarios como Kant.
   Ya en su tiempo un monje, Gaunilón de Marmoutier, lo menospreció con el mito de las Islas afortunadas (existen las islas mayores que las cuales no se pue­de pensar en otras. Tales son las islas afortunadas. Luego esas islas existen).   Pero su adversario mayor sería Sto. Tomás dos siglos después.

 

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